Todo inicio es un final y todo final inaugura un comienzo. El horror al cambio y la transformación está asociado a la angustia del cambio, a la no tolerancia a la incertidumbre y al miedo a la castración, a la pérdida de lo que ya no se tiene y nunca se tuvo, en cualquier caso, de algo simbólico e imposible.
Sobre nuestro veraneo pesa el júbilo de la instancia, el error humano y el cambio del momento, pero después reina el ciclo del año, los enteros y fragmentados, pues somos seres sociales desde el inicio. De formación estructural.
Los principios y los finales son todos, cada historia, cada encuentro, cada vivencia personal, sobredeterminación del transcurrir del deseo inconsciente que no solo transcurre sino que se expresa, nos ofrece resultados, evidencias de su existencia ante las que uno debería preguntarse “¿qué quiero?” “¿qué deseo?” “¿Quién marca mi camino?”.
Cada comienzo es una página en blanco. No sabemos como va a ir, cómo procederá el curso de los acontecimientos, pero lo que sí sabemos es que le mandamos hacer las cosas y después nos preguntamos, ¿por qué? Es nuestro deseo el que comanda. Le dijimos, haz, produce, con nombre y apellidos y después, ven, danos, resérvanos el beneficio de la existencia, ordena con tu nombre el nombre de aquello que no estando estará, la lectura de una realidad posible que se construye.
Nosotros le dijimos y ella vino, la convocamos con nuestros intentos, el quehacer que no puede guiarnos, pues la realidad y su placer, el goce del Otro, siempre es uno desde el primer momento, del rival y del adversario, como el padre y de la madre, el grupo o disciplina a la que nos sometemos.
En su crecimiento puede distanciarse de nosotros, eso lo sabemos, su crecimiento es nuestro crecimiento, yo le acompaño como un observador, con la oportunidad de mantener una distancia y ser abastecida por lo que no será ni de uno ni de otro, sino del imaginario universal donde caemos todos, aquellos que se decidan y los que no.
Tenemos que separarnos para volver a unirnos, sólo después sabremos pero inconscientemente, sobredeterminados por el deseo, de caminar, de transitar las vías de la palabra, se acotan los misterios y cobran sentidos los actos desde el futuro, significando los estados emocionales, pasajeros acompañantes de representaciones abstraídas de su original asociación, para formar parte de un sueño, inentendible, que sólo en el camino de la construcción de una historia de deseos cobrará sentido en la voz de la interpretación.
Ni un uno ni un otro, la interpretación solo dura en lo que se transforma y ya no es.
Desde lo incomprensible del lenguaje, pues se piensa donde no se piensa, las frases ya están hechas, los canales de la realidad existen, y hay vías por donde se puede transitar.
Virginia Valdominos
Psicoanalista Grupo Cero