El psicoanálisis actúa de forma convincente sobre ciertas enfermedades transformándolas en otra cosa. Úlcera, vaginismo, asco y consecuentes nauseas matinales, esofagismo, angustia, impotencia genital, eyaculación precoz, cálculos biliares, granos, gordura, pedos, caca, pus, histeria, fobias y neurosis obsesiva.
El psicoanálisis cura la sordera y la ceguera. Taquicardias, mareos, nauseas, virginidad.
Puntadas al corazón, espasmos anales dolorosos, tos convulsa nocturna, eyaculación dolorosa, menstruación dolorosa, menstruación cada 15 días o cada 4 meses simulando embarazos, simulando tumores.
Cuanto menos psicoanálisis, más de esas enfermedades que deben impedir que un psicoanalista escuche lo que otro le dice.
El psicoanalista tiene que poder tener la capacidad de vivir ese otro mundo que le propone el descubrimiento del inconsciente. Poder llegar a abolir la razón. Crear un campo de pensamiento donde lo razonable no tenga que ver con lo verdadero y lo verdadero no tenga porqué ser lo real.
Cada uno se tendría que poner un límite tal que alcanzarlo no le cueste la muerte. El que no tiene límites lo único que ambiciona es ser estrangulado por los cariñosos y armoniosos brazos de la madre.
Con su palabra cada uno hace lo que quiere. El que tiene gastritis la utilizará como alcalino para disminuir la acidez estomacal. Cada uno hace lo que puede con su enfermedad, que normalmente es lo que quiere. Por eso hay que dudar de lo que uno quiere porque quiere lo que puede y puede lo que deseó su madre y hace muchos años atrás porque ni siquiera era el deseo de su madre.
Conjunto de fóbicos, gente que se olvidó que tenía amigos periodistas el día de la inauguración o se acordó horas después. Ese destiempo del fóbico para no estar en la situación que le va a dar miedo. Ese destiempo que a veces los psicoanalistas buscan en el espacio, en el espacio el fóbico parece una persona normal, es decir, que no padece fobia. No es que le interese vivir o no vivir una situación que le da miedo en lo real, sino que estando siempre en otro tiempo no alcanza a vivir la situación de miedo. Si en psicoanálisis se puede decir la palabra más, éste es más fóbico que aquél que no puede cruzar la calle. Puede llegar a ser un fóbico inmortal porque su acompañante fóbico es sí mismo.
Normalizarse, para quien siempre gozó de los encantos de la anormalidad, también es una transformación. Es por eso que en psicoanálisis lo único que le interesa al psicoanalista es que el paciente se psicoanalice en tanto el psicoanálisis produce autotransformación y autoconocimiento. En la evaluación psicoanalítica no sólo se evalúa lo que se ve, sino lo que se ve como posibilidad de transformación en el sujeto. El paciente tendrá que hacer el trabajo para que no quede lesionada la inteligencia del psicoanalista, tendrá que producir de él alguien que pueda serlo y todavía no ha demostrado nada, sólo que el psicoanalista fue inteligente.
Por Virginia Valdominos
A partir del texto del mismo nombre de Menassa Chamli, M.O.
en Freud y Lacan Hablados 2
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