Como sujetos del lenguaje, los seres humanos somos complejos. Con la segunda tópica freudiana, se complejiza la primera división del aparato psíquico en consciente/ preconsciente// inconsciente de «La interpretación de los sueños» (1900) y queda estructurado el aparato psíquico en Yo, Ello y Superyo atravesados por lo consciente y lo inconsciente en el juego de la resolución entre saber y no saber, en un aparato con pulsión de vida y pulsión de muerte que guiado por el principio de placer y el de realidad tiene que arreglárselas con la realidad exterior y estar sometido a las exigencias pulsionales interiores.
Un Yo que se engaña a sí mismo, un caldero de las pulsiones o Ello y un Superyo que contiene una advertencia y una prohibición «así como tu padre debes ser» y «exactamente como tu padre no debes ser» porque hay algo que le está reservado que es la madre.
La resolución edípica sobredetermina la posición en el lenguaje y el deseo del niño acontece sobre un deseo de la madre, no sobre la madre, sino sobre lo que la madre desea.
Se desean deseos, por eso que decimos que el deseo no tiene objeto. Siempre hay un fracaso cuando se trata de alcanzar el objeto. Siempre hay un error, un desencuentro porque el hombre es mortal, no puede poseer al otro.
Virginia Valdominos