En general, nadie nace con el saber de ser padre o madre. El padre y la madre han de construirse como tales en esa función.
Es muy importante que los padres sepan gestionar sus emociones frente a los comportamientos de los niños. La ira, la irritación, la frustración, la envidia, los celos, la tristeza, son algunas de las emociones frecuentes que se desencadenan en las personas y que se pueden gestionar con un entrenamiento especializado.
Cuando los niños no tienen límites o los están descubriendo, es muy importante que los padres, sí tengan límites, porque es la única forma en que podrán transmitir a sus hijos los límites. Si los padres no tienen límites, aparecerán en los niños problemas de comportamiento y salud.
Hay una tendencia inconsciente en todos los humanos a hacer las cosas tal y como se hicieron en el pasado, tendencia a la repetición, y en ocasiones los padres han de luchar contra esa tendencia para incluir en la educación de sus hijos pautas convenientes para su crecimiento seres sociales.
No es que los padres sean los responsables del comportamiento de sus hijos, pero si los padres aprenden a gestionar sus propias emociones, fantasías inconscientes, recuerdos reprimidos e incluyen la realidad en su comportamiento como padres, podrán ocupar la posición que corresponde con respecto a sus hijos produciendo para toda la familia una salud más equilibrada.