Ser psicoanalítico no está reñido con la comprensión de las cosas que nos pasan en nuestro día a día, de hecho, el psicoanálisis nos proporciona una de las herramientas más poderosas para leer nuestra realidad cotidiana y poder movernos mejor en nuestro entorno y nuestras relaciones y sobre todo y especialmente en la relación que mantenemos con nosotros mismos.
Muchas veces nos habrán escuchado decir a los psicoanalistas que las personas estamos divididos en una parte consciente y una parte inconsciente de nuestra personalidad. Pero, ¿de dónde procede esta división? ¿Cuál es el acontecimiento nuclear del trauma humano universal por el que pasamos todos, de tal potencia efectiva disociativa que nos hace dividirnos?
De esto es lo que queremos hablar hoy, de la experiencia organizadora del aparato psíquico que representa ser la experiencia normativa de la castración.
¿Qué es la castración?
Siempre que hablamos de la castración en psicoanálisis nos referimos a la castración del Otro, de la madre. Para el niño lo doloroso de la experiencia de castración fue constatar y percibir en el cuerpo femenino la ausencia de pene que se suponía que poesía la madre. Juanito pensaba que su madre tenía el pene como el de un caballo y cuando le preguntó a su mamá si ella también tenía cosa de hacer pipí como papá, ella le dice que sí, lo que contribuye a mantener la ilusión de Juanito de que todos poseen el mismo miembro viril.
Hay un tiempo mítico en el cual el niño, supone que todos los seres humanos, y su madre en particular, poseen un pene. Lacan identifica este momento mítico con el juicio primordial de atribución, es decir, atribución universal del pene.
A esta ilusión de universalidad de pene, le sucede, en un segundo tiempo, la caída dolorosa de dicha ilusión cuando se produce el hecho fundamental de la experiencia de castración, es decir, la percepción de la falta de pene. Este factor junto con la sumisión a la ley del padre que prohíbe el incesto se condensan en el juicio de existencia: existe la falta de pene en una mujer. Existe al menos una persona, mi madre, que no tiene pene.
El desenlace de esta experiencia termina en una renuncia. El niño comprende que su pene está amenazado si sigue por el camino de dirigir su erotismo hacia el objeto de su deseo, su madre. Ya que ha constatado que hay quien no tiene pene y ha internalizado la prohibición del padre. De este modo, renuncia a su madre, para salvar su propio sexo.
Como se las arregla cada uno defendiéndose frente a la inscripción en el inconsciente de la experiencia de castración define las diferencias. La experiencia normativa de la castración, simbolizada, permite al niño asumir su propio sexo y así llegar a ser capaz de reconocer sus límites. La ausencia de la simbolización de la castración se expresa por una incertidumbre del paciente respecto a su identidad sexual y una pérdida del sentido de la realidad.
Como vemos son procesos psíquicos inconscientes y primarios los que determinan nuestra salud mental y nuestra calidad de vida actual.
Si deseas psicoanalizarte, para ordenar tu mente y mejorar tus relaciones con la realidad, puedes contactar conmigo a través del siguiente formulario y te atenderé lo antes posible.
[cforms name=»FormContact»]