Cuando hablamos de alcoholismo, la primera imagen que surge es la del vaso en la mano, la botella que se abre una y otra vez en busca de alivio. Pero, ¿qué se esconde detrás de ese ritual repetitivo? ¿Qué mecanismo psíquico está en juego en cada trago? El alcoholismo, lejos de ser solo un problema de dependencia física o química, encierra un conflicto psíquico que habla el lenguaje del inconsciente, un territorio que solo el psicoanálisis puede desvelar en toda su magnitud.
El aparato psíquico, en su intento constante de lidiar con las tensiones internas, se ve enfrentado a deseos primitivos, pulsiones incontroladas y conflictos no elaborados que emergen desde los rincones más ocultos de nuestra mente. El alcohol, en este contexto, es una solución transitoria, una defensa precaria que intenta calmar la ansiedad y el dolor, como lo haría el chupete en el bebé, o el biberón que el niño demanda insistentemente. No se trata solo de un problema de voluntad, ni mucho menos de una elección consciente; es la expresión de un conflicto desconocido, que se teje desde los primeros años de vida.
La Oralidad: El Retorno de lo Reprimido
¿Te has preguntado por qué la boca se convierte en el escenario de tantas adicciones? El acto de beber alcohol no es aleatorio; es una manifestación directa de la etapa oral en el desarrollo psíquico, un momento en que el infante encuentra en la succión del pecho materno la solución a todas sus angustias. El alcohólico, de manera inconsciente, vuelve a esa fase primitiva, buscando el mismo alivio que alguna vez le proporcionó el pecho materno, o el biberón que calmaba su llanto. Cada trago es un intento de llenar ese vacío primario, de satisfacer una carencia que no encuentra solución en el mundo externo.
El alcohol actúa como el sustituto perfecto: es líquido, entra por la boca y da la ilusión de calmar, de llenar un hueco. Pero ese hueco es mucho más profundo de lo que parece. No es solo una sed física, sino una sed emocional, un anhelo inconsciente de protección, de amor, de contención. En cada botella hay un eco de ese niño que aún demanda atención, que no ha logrado resolver sus primeros vínculos afectivos y que sigue buscando, en la repetición, una solución que parece estar siempre fuera de su alcance.
El Aparato Psíquico y la Defensa del Alcohol
El aparato psíquico tiene sus propios mecanismos que pueden trabajar para la salud o para la enfermedad en función de la cantidad. Cuando las tensiones internas son demasiado intensas o dolorosas, buscamos formas de lidiar con ellas que no siempre son saludables. El alcoholismo es, en este sentido, una defensa neurótica: una vía rápida para anestesiar el dolor emocional, una barrera líquida que intenta proteger al yo de enfrentar aquello que resulta insoportable. Pero como todas las defensas, esta tiene sus límites.
Freud nos enseñó que los síntomas neuróticos, lejos de ser fallos o errores, son intentos de resolución. Son, en cierto modo, la «mejor solución» que el aparato psíquico ha encontrado para lidiar con un conflicto intrapsíquico que no logra resolver de otra manera. El alcoholismo no es la excepción: el sujeto, atrapado entre deseos inconscientes y las exigencias de la realidad, encuentra en el alcohol una salida temporal. Pero es una salida que, como un callejón sin salida, no lo lleva a la verdadera resolución, sino a una repetición constante que solo profundiza su malestar.
El Alcoholismo como Síntoma: El Intento de Solucionar un Conflicto
Lo más sorprendente del alcoholismo es que, desde un punto de vista psicoanalítico, no es solo un hábito destructivo, sino un intento de solucionar un conflicto. Cada trago es una tentativa, aunque inconsciente, de resolver algo, de calmar una tensión interna. Pero, ¿qué es lo que se está intentando solucionar? En muchos casos, se trata de conflictos infantiles no elaborados: el miedo a la pérdida, el deseo de ser amado, el temor al abandono, la búsqueda de una identidad que nunca se ha consolidado. El alcohólico no bebe porque simplemente disfruta de la bebida, sino porque está tratando de llenar un vacío psíquico que, desde la infancia, lo ha acompañado.
Esa repetición –ese volver una y otra vez a la botella– es una forma de evitar enfrentarse a lo que realmente duele. El psicoanálisis nos enseña que lo que no se puede enfrentar conscientemente, lo repetimos de manera inconsciente. El alcoholismo, en su insistente repetición, nos habla de un deseo reprimido, de una angustia que no se puede expresar de otra manera. Y es ahí donde radica la verdadera dificultad, y a la vez, la oportunidad de una cura psicoanalítica: desvelar esos deseos reprimidos, hacerlos conscientes por medio de la interpretación, y producir formas más saludables de lidiar con ellos.
El tratamiento Psicoanalítico del Alcoholismo
El psicoanálisis moderno, que siempre parte de Freud y vuelve a Freud, abrió las puertas para comprender los mecanismos inconscientes detrás de la adicción y nos brinda herramientas para que el sujeto alcohólico no solo comprenda el origen de su dependencia, sino que también encuentre nuevas formas de gestionar sus emociones, deseos y angustias. No se trata solo de dejar de beber, sino de autoconocer su manera de resolver los conflictos y qué lugar ocupa el alcohol en el universo psíquico de la persona.
En mi práctica psicoanalítica, invito a los pacientes a explorar su psiquismo, a poner en palabras lo que durante tanto tiempo ha sido silenciado. Porque el verdadero trabajo no está en la prohibición del acto de beber, sino en la comprensión de las fuerzas que lo motivan. El alcohol es solo el síntoma; el verdadero problema está en el conflicto subyacente que, hasta ahora, no ha sido enfrentado.
Si eres alcohólico o te reconoces en estas palabras, te invito a dar un paso hacia ti mismo, hacia esa parte de ti que busca desesperadamente una solución. El psicoanálisis te ofrece la oportunidad de dejar de repetir y empezar a comprender. No se trata de culpar ni de etiquetar, sino de desvelar y resolver aquello que, en el fondo, te atormenta.
Este es el espacio para hablar de lo que realmente está hablando en ti a través del alcoholismo. Lo que te está pasando no es solo un hábito que se ha salido de control; es un grito desde tu inconsciente, una demanda que necesita ser escuchada. Aquí, el objetivo no es prohibirte beber, sino ayudarte a entender por qué lo haces y ofrecerte una verdadera salida. Una salida que no es líquida, sino sólida y real.
Conclusión: Hacia una Solución efectiva y duradera del Alcoholismo
El alcoholismo, desde una perspectiva psicoanalítica, es una llamada del inconsciente, una manifestación de conflictos que requieren ser escuchados y comprendidos. La cura no está en dejar de beber de manera forzada, sino en desvelar las raíces emocionales y psíquicas que llevan a esa repetición destructiva. Aquí, el paciente no encontrará juicios ni prohibiciones, sino una construcción de su historia psíquica, de sus deseos reprimidos y de sus angustias más antiguas. Porque en el fondo, el alcoholismo no es más que un síntoma de algo mucho más grande, algo que puede ser transformado a través de la palabra, la escucha y la interpretación.
Si todo esto te resuena, es el momento de actuar. El camino hacia la autotransformación empieza por hablar con un psicoanalista, y estoy aquí para acompañarte en ese viaje.
Virginia Valdominos
Psicóloga y Psicoanalista del Grupo Cero
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