Cuando el miedo no está en su lugar se teme a todo.
Miedo fuera de lugar: ansiedad difusa y tratamiento psicoanalítico
Hay miedos que protegen y miedos que gobiernan. El primero nos avisa de un peligro real y nos permite actuar; el segundo se independiza del hecho, pierde su objeto y comienza a multiplicarse: al no estar “en su lugar”, invade todos los lugares. Ese es el terreno del “temor a todo”: ansiedad difusa, anticipación catastrófica, evitaciones en cadena, hipervigilancia, cansancio sin descanso.
¿Qué significa que el miedo “no está en su lugar”? En términos psicoanalíticos, el miedo se “desubica” cuando la emoción se desprende de su causa y se pega a cualquier estímulo disponible.
Lo vemos como:
- Angustia sin objeto: sensación de amenaza “flotante”, sin motivo claro.
- Desplazamientos: miedo a situaciones “sustituto” (el caballo de Juanito, el ascensor, los gérmenes, la mirada del otro).
- Generalización: lo que empezó en un ámbito (conducir, hablar, cruzar una plaza) se expande a demasiados.
- Evitaciones que dan alivio momentáneo pero agrandan el territorio del miedo.
Cuando la emoción no logra ligarse (ponerle palabras, una escena, un sentido), queda suelta y toma atajos: el cuerpo (palpitaciones, nudo en el estómago, insomnio), las conductas (escapar, posponer, controlar) o los pensamientos circulares.
Del aviso útil al imperio del síntoma
El miedo cumple una función: advertir. Pero si el aparato psíquico no consigue tramitar lo que advierte —porque es demasiado, porque falta un tercero que ponga límite, porque la pérdida duele, porque un conflicto se reprime—, aparece el síntoma como solución de compromiso: una forma de “ordenar” lo insoportable, pagándola con libertad.
Ejemplos cotidianos
- El cuerpo como alarma perpetua: cada latido se lee como señal de desastre.
- La agenda como armadura: hiperocupación para no sentir; cuando se detiene, emerge la angustia.
- El control: revisar, confirmar, preguntar otra vez; cuanto más se controla, menos se confía.
- La evitación: “mejor no voy”; y el mundo se encoge.
¿Por qué se desplaza el miedo de lugar?
No por capricho, sino por defensa. El psiquismo desplaza el afecto a un terreno “más manejable” para no tocar el núcleo conflictivo: una pérdida no elaborada, una culpa muda, un deseo que asusta, una exigencia imposible. El precio: el miedo pierde precisión y gana territorio.
¿Qué hace el psicoanálisis con ese miedo?
No promete una vida sin miedo (sería deshumano), sino poner el miedo en su lugar:
- Poner en palabras lo que hoy actúa.
- Localizar el desplazamiento: ¿a qué está sustituyendo este temor?
- Diferenciar angustia, miedo y deseo.
- Restituir un límite.
- Abrir una salida singular.
En análisis, el miedo deja de ser un amo anónimo para volverse una señal inteligible…
Virginia Valdominos
Psicóloga y Psicoanalista del Grupo Cero
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