¿Qué debe develar el psicoanálisis en la terapia?
Hoy vamos a hablar de una pregunta muy interesante que me ha hecho llegar un seguidor:
“¿Qué debe develar el psicoanálisis en la terapia? ¿Un deseo en particular? ¿Ese deseo que más perjudica a la persona? ¿Quizás más de uno?”
Es una pregunta preciosa, porque toca el corazón mismo del trabajo analítico.
Y también, como toda buena pregunta, muestra algo del malentendido con el que todos llegamos al análisis: creer que hay una verdad oculta que, si la encontramos, nos salvará. Que hay un deseo, una pieza clave, que explica todo lo que nos pasa.
Bueno, el psicoanálisis no funciona así. Y eso es lo primero que hay que decir.
El deseo no es algo que se tiene, sino algo que hay que producir
Freud descubrió que el deseo no es una elección consciente.
No es “quiero esto” o “me conviene aquello”.
El deseo es la huella que deja en nosotros el acontecimiento de la represión primordial, la represión fundante del aparato, la marca de lo que no pudo ser dicho, un deseo sexual infantil y reprimido que, sin embargo, sigue vivo en nosotros.
Por eso, el psicoanálisis no busca un deseo “en particular”, sino que apunta a que el sujeto descubra desde dónde desea, cómo desea, qué precio paga por su deseo y, sobre todo, qué hace para no saberlo.
A veces decimos: “quiero ser feliz”, “quiero una pareja estable”, “quiero ganar más dinero”…
Pero después repetimos actos que van exactamente en contra de eso que decimos querer. Y ahí entra el inconsciente.
Hay un deseo que se realiza sin que lo sepamos, que no coincide con lo que pensamos, ni con lo que decimos.
El psicoanálisis no viene a juzgarlo ni a corregirlo, sino a interpretarlo.
No hay deseo que perjudique: hay deseo reprimido
El seguidor pregunta: “¿Debe el análisis develar ese deseo que más perjudica a la persona?”
Y aquí conviene ser precisos.
El deseo, en sí mismo, no perjudica.
El deseo es la fuerza vital.
Lo que enferma no es el deseo, sino el desconocimiento del deseo.
Cuando alguien se siente vacío, paralizado, sin rumbo, o cuando repite siempre el mismo tipo de fracaso —en el amor, en el trabajo, con el dinero—, no es que no tenga deseo, sino que está actuando desde un deseo que no conoce. Y entonces se opone a él y los efectos de ese conflicto son vividos como destino, como mala suerte, como “no sé qué me pasa”.
Ahí el trabajo analítico es abrir un espacio donde el paciente pueda empezar a hablar, a desplegarse, a ponerse en palabras y con ese material el psicoanálisis interpretará su deseo inconsciente.
Porque lo que se reprime, no desaparece. Vuelve. Y suele volver en forma de síntoma, de angustia o de enfermedad.
El deseo no es uno solo, es una cadena
El deseo se desplaza, se disfraza, se condensa, se esconde, se repite bajo mil formas.
Por ejemplo, en la infancia deseábamos ser el centro del mundo de mamá, ser amados por mamá, ser únicos para ella. Más tarde ese deseo se reconfigura, se viste de nuevos personajes: el éxito, el reconocimiento, el poder, la belleza, el dinero, el amor perfecto.
Pero en nuestros actos, sigue habiendo algo infantil insistiendo.
Por eso el psicoanálisis no devela un deseo, sino que te enseña a escuchar la trama de tus deseos. A construir tu historia de deseos.
Y en ese trabajo te vas volviendo más libre.
No porque desaparezcan los conflictos, sino porque ya no te arrastran del mismo modo.
Como decía Lacan: el deseo del hombre es el deseo del Otro.
Es decir, deseamos ser deseados, reconocidos, amados por alguien.
Y todo nuestro deseo se organiza en torno a esa falta.
No hay deseo sin falta.
El psicoanálisis no cura eliminando síntomas, sino produciendo sujeto
Una persona puede llegar a consulta diciendo:
“quiero dejar de tener ansiedad”,
“quiero dejar de pensar todo el tiempo”,
“quiero que se me quite este miedo, este TOC, esta tristeza”.
Y el psicoanálisis no le va a decir “perfecto, te quito eso y listo”.
Porque el síntoma tiene un sentido.
Es la manera en que el inconsciente está expresándose.
Si lo quitáramos sin escucharlo, sería como apagar la alarma de un incendio sin apagar el fuego.
El síntoma nos guía hacia el deseo reprimido, hacia el conflicto inconsciente que lo sostiene.
Por eso decimos que el análisis no cura el síntoma, sino al sujeto dividido que produce el síntoma.
El objetivo no es adaptarte al mundo, sino que puedas vivir tu deseo sin destruirte ni enfermarte.
La producción del deseo transforma la vida
A medida que avanza el análisis, la persona empieza a sorprenderse de sí misma.
Empieza a analizarse, a asociar libremente, a llevar sus sueños, sus lapsus al análisis.
Y ahí aparece el deseo, no como una idea, sino como una experiencia.
Se empieza a notar un cambio de discurso, la angustia baja, las relaciones cambian, el trabajo se vive de otra manera.
No porque el mundo sea más fácil, sino porque ya no se vive desde la ignorancia de sí.
Freud decía que el objetivo del psicoanálisis no es curar al paciente (la cura es un efecto secundario del psicoanálisis) sino construir un sujeto deseante.
El hombre sano es aquel que puede trabajar y amar.
Equivocarse es necesario para aprender, también habrá que psicoanalizar la culpa.
El sujeto, cuando se conoce, se vuelve creador
Por eso el análisis no sólo transforma el malestar psíquico, también despierta la capacidad creadora.
Cuando uno deja de estar secuestrado por sus síntomas, la energía psíquica se libera.Y entonces se pone en la realidad y en la actividad y se produce algo nuevo: el arte, el amor, el trabajo creativo, el humor, las conversaciones.
El deseo, cuando se reconoce, deja de ser una fuente de sufrimiento y se convierte en motor de vida.
Y no se trata de un proceso rápido.
A veces lleva tiempo, a veces años.
Pero lo importante es que, mientras uno habla, el inconsciente trabaja.
Y poco a poco, se va construyendo un sujeto más sano y verdadero.
Así que, respondiendo a la pregunta inicial:
El psicoanálisis no busca un deseo en particular, ni “el deseo que más perjudica”.
Busca que el sujeto pueda saber algo de su deseo inconsciente, que pueda conocer su deseo inconsciente, y así transformar su vida.
El deseo no se cura, se produce.
Y cuando uno se atreve a conocerlo, la vida empieza a tener otra intensidad, otra dirección, otro sentido.
Ya no es el destino el que manda: es uno mismo, con su deseo, el que toma la palabra.
Si sientes que hay algo en ti que se repite, que te frena o que no entiendes de dónde viene, quizás ha llegado el momento de psicoanalizarte.
El psicoanálisis te abre puertas y después tú decides cual quieres atravesar.
Y en ese camino, uno descubre que vivir con deseo… es vivir de verdad.
Virginia Valdominos. Psicóloga y Psicoanalista del Grupo Cero
Sesiones presenciales en Madrid y Alcalá de Henares. Sesiones online desde cualquier lugar del mundo.
Si deseas comenzar a psicoanalizarte puedes solicitar una cita en:
PIDE CITA AHORA

Consulta Madrid

Consulta Alcalá de Henares

Consulta Camarma de Esteruelas




