… Y es que quién no ha padecido alguna vez esos pequeños “accidentes” de la cotidianidad aparentemente casuales e irrelevantes. Los olvidos de nombres que nos resultan familiares y que si otra persona pronuncia reconocemos al instante; el olvido de propósitos o promesas que después de un tiempo recordamos inesperadamente; la pérdida de objetos que estamos seguros habíamos colocado en algún lugar o esas sutiles equivocaciones que experimentamos al hablar, al escribir o al leer.
¿Pero, cuál es el motivo de que esto suceda?
En “Psicopatología de la vida cotidiana” el Doctor Freud teoriza y ejemplifica cómo cuestiones tan aparentemente inocentes poseen un sentido, una intención y tendencia propios. No son casualidades sino importantes actos psíquicos que deben su génesis a la acción conjunta de dos intenciones diferentes que entran en confrontación, una perturbadora y otra perturbada. La primera se encuentra rechazada por la persona, pero como todo deseo inconsciente, lucha por expresarse interfiriendo en el recuerdo, el buen término del acto o la producción de la palabra.
Tolerar la concepción psicoanalítica del acto fallido puede convertirse, sin embargo, en una tarea harto compleja. Y es que aceptar que todo lo que le pasa al ser humano no es por algo sino para algo, es decir, para satisfacer su deseo inconsciente, no es sencillo.
¿Y por qué resulta tan complicado de creer? Porque supone tolerar que yo también soy humano, que yo también tengo inconsciente, que yo también soy mortal.
Lo olvidado, lo equivocado, lo tergiversado está siempre en conexión con un contenido psíquico inconsciente y a través de la asociación libre podremos ser capaces de alcanzar la relación existente entre el elemento transformado y el reprimido, es decir, entre el contenido manifiesto de nuestras palabras y actos y el contenido latente.
El Psicoanálisis constituye la única vía posible para conocer nuestro deseo inconsciente. Aporta a la humanidad una visión más humana y constructiva de sí misma al rechazar determinismos inamovibles y concebir al hombre como un ser deseante que se produce con significantes, es decir, humano.
Sólo una cuestión de grado diferencia la salud de la enfermedad que no sería más que una exageración de los mecanismos psíquicos que se dan en la normalidad. La enfermedad es una producción dinámica. Las personas no son enfermas, están enfermas, y los síntomas son producidos para afrontar una realidad que también es psíquica puesto que no es la acontecida sino la que transcurre en nuestras palabras.
De la misma manera, a través de las palabras y la interpretación psicoanalítica, se puede emprender un viaje para avanzar, de mano de la escucha del propio deseo inconsciente hacia un posicionamiento más efecivo que por àpres coup transformará nuestro pasado y nuestro futuro y permitirá vivir más saludablemente nuestro presente.
Virginia Valdominos
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Bibliografía:
Freud, Sigmund (1900-1901). Psicopatología de la vida cotidiana. En Biblioteca Sigmund Freud. Obras Completas (2001). Madrid: Editotial Biblioteca Nueva.