Solicitado por un medio especializado me propongo analizar de forma crítica y rigurosa el fenómeno de las constelaciones familiares, una técnica ampliamente difundida en los últimos años, especialmente en los países de habla alemana, tanto en el ámbito terapéutico como en la cultura popular. Este análisis se efectuará desde la perspectiva del psicoanálisis, tomando como referencia las contribuciones teóricas de Sigmund Freud, Jacques Lacan y Miguel Oscar Menassa.
Las constelaciones familiares, ideadas por Bert Hellinger, se presentan como un método terapéutico que intenta abordar las dinámicas inconscientes que influyen en los sistemas familiares, a través de la recreación dramatizada de conflictos intergeneracionales. El objetivo de esta técnica es resolver traumas y tensiones familiares no resueltas, partiendo de la premisa de que los problemas emocionales actuales están intrínsecamente ligados a la historia y herencia familiar. Aunque esta propuesta parece, en apariencia, coincidir con algunos conceptos psicoanalíticos sobre la influencia de los lazos familiares y las relaciones con los padres, se aleja profundamente de la comprensión psicoanalítica del inconsciente y su funcionamiento.
El Inconsciente según Freud
Para comenzar a articular un análisis desde la perspectiva freudiana, es esencial entender cómo Sigmund Freud conceptualizó el inconsciente. El inconsciente no es un depósito pasivo de recuerdos familiares, sino un sistema del aparato psíquico, donde las pulsiones, los deseos reprimidos y las defensas psíquicas como propio proceso primario del inconsciente, juegan un papel fundamental. Freud subrayó que los síntomas neuróticos, lejos de ser exclusivamente el resultado de la historia familiar, son la expresión de un conflicto psíquico más complejo, en el que el sujeto está en constante lucha entre sus deseos inconscientes, la censura psíquica y las prohibiciones impuestas por la cultura y la moral, representadas también en su aparato psíquico.
Las constelaciones familiares, al intentar resolver los problemas emocionales simplemente situando al sujeto dentro de una «dinámica» familiar predeterminada, corren el riesgo de reducir el conflicto psíquico, primero a una dimensión meramente sistémica, imaginarizando lo simbólico por medio de la teatralización. Al contrario de lo que sostiene el psicoanálisis, esta técnica tiende a simplificar la génesis de los síntomas, sin tener en cuenta la estructura psíquica de cada sujeto y su propia relación con el deseo, el goce y la prohibición.
La Función del Otro en Lacan
Jacques Lacan, en su retorno a Freud, destacó que el sujeto del inconsciente está determinado por el lenguaje y que su relación con el «Otro» es fundamental para la constitución de su estructura psíquica. En el marco de las constelaciones familiares, se da por sentado que el «otro» familiar —padres, abuelos, bisabuelos— tiene un papel directo en la formación del conflicto actual del sujeto, como si los conflictos intergeneracionales pudieran ser resueltos simplemente a través de la escenificación simbólica de los vínculos familiares.
Sin embargo, para Lacan, el «Otro» no es simplemente el otro familiar. Es el gran «Otro» del lenguaje y la ley, que estructura el deseo y la subjetividad del sujeto. La técnica de las constelaciones familiares, al intentar establecer relaciones lineales entre el sufrimiento actual y los vínculos familiares, no tiene en cuenta que el sujeto no está determinado exclusivamente por las relaciones familiares concretas, sino por las marcas que el lenguaje y el deseo han dejado en su psiquismo.
Es aquí donde la distancia con el psicoanálisis se agranda: el psicoanálisis no concibe al inconsciente como una entidad heredada directamente del linaje familiar, sino como un campo simbólico donde los significantes del deseo y las pulsiones, que son singulares en cada sujeto, se encuentran en permanente tensión con las leyes del Otro.
La Herencia y la Responsabilidad del Sujeto en Menassa
Miguel Oscar Menassa, psicoanalista y poeta, añadió un nivel más profundo al discurso sobre el inconsciente al señalar que el sujeto debe asumir la responsabilidad sobre su deseo y sus síntomas. Si bien reconoce que la familia tiene un peso en la estructuración del sujeto, Menassa advierte que ningún tratamiento terapéutico puede ser efectivo si exime al sujeto de su responsabilidad frente al goce y el deseo. Y que la familia mejor llevarla fuera que dentro.
En las constelaciones familiares, el enfoque está mayormente puesto en el sistema familiar, como si el sujeto estuviera atrapado en una red que lo determina de manera irreversible. Sin embargo, desde el psicoanálisis, sabemos que el sujeto tiene una responsabilidad frente a su síntoma. No es suficiente con recrear escenas familiares para deshacerse de los conflictos; es necesario que el sujeto se implique activamente en el análisis de su relación con el deseo, el goce y la repetición.
En este sentido, Menassa subraya que el sujeto no es simplemente un producto de su familia, sino un ser marcado por el lenguaje y por sus propias decisiones inconscientes. Si el sujeto no asume su parte de responsabilidad en el análisis de su sufrimiento, cualquier intento de resolución quedará en la superficie.
Un Enfoque Terapéutico Reductivo
El principal riesgo de las constelaciones familiares, desde un punto de vista psicoanalítico, es que tienden a proponer soluciones rápidas a problemas complejos. Freud nos enseñó que los síntomas no se resuelven de manera inmediata y que requieren un trabajo continuo de interpretación, que permita al sujeto confrontarse con sus fantasías inconscientes y sus deseos reprimidos.
La escenificación de los vínculos familiares en una sesión de constelaciones puede brindar una sensación temporal de alivio o claridad, pero esto no implica que el conflicto psíquico haya sido realmente trabajado. En muchos casos, las constelaciones parecen ofrecer respuestas cerradas o predeterminadas sobre el origen del malestar, sin permitir el espacio necesario para que el sujeto explore su propio inconsciente y las motivaciones profundas que lo conducen a sus síntomas.
Conclusión
El psicoanálisis, desde Freud hasta Lacan y Menassa, nos enseña que el inconsciente es mucho más complejo que una mera dinámica familiar heredada. Los síntomas son el resultado de un conflicto entre el deseo, el goce y las leyes que regulan la vida psíquica, y no pueden ser reducidos a una simple «constelación» intergeneracional.
Por tanto, aunque las constelaciones familiares puedan tener un valor simbólico y dramático, desde un punto de vista psicoanalítico no pueden considerarse una herramienta adecuada para acceder a las verdaderas raíces del conflicto psíquico. Solo a través del trabajo profundo en el análisis, donde el sujeto asume su responsabilidad frente a su deseo y sus síntomas, es posible lograr una verdadera transformación. El sujeto no es psíquico hasta que no es social y lo social está representado en el psiquismo del sujeto porque su propio aparato psíquico es social, en él se encuentra su objeto amado, su adversario, sus figuras de autoridad, etc. y por naturaleza se encuentra en conflicto permanente.
Es así como el psicoanálisis, en su profundidad y rigor, sigue siendo una herramienta insustituible para abordar los conflictos inconscientes, muy lejos de las soluciones simplificadas que ofrecen enfoques como las constelaciones familiares, que vendrían a significar una especie de proyección de una forclusión teórica del nombre del padre y el Complejo de Edipo.
El Complejo de Edipo: Una Máquina Hominizante
Uno de los puntos donde las constelaciones familiares más gravemente distorsionan el concepto psicoanalítico es en la comprensión del Complejo de Edipo. Para el psicoanálisis, y en particular para Freud, el Complejo de Edipo es un momento estructurante en la constitución del aparato psíquico. Es el proceso mediante el cual el niño, enfrentado a los deseos y prohibiciones que giran en torno a la figura de los padres, accede a la cultura, al lenguaje, y a la ley. Este concepto, profundamente ligado a la constitución del aparato psíquico, es lo que Lacan denominó la «máquina hominizante», ya que es a través del Complejo de Edipo que el ser humano entra en el orden simbólico y se constituye como sujeto.
El Complejo de Edipo funciona como el eje central en la formación del aparato psíquico, regulando las pulsiones mediante la identificación con el padre y la aceptación de la prohibición del incesto. En otras palabras, el niño pasa de un estado de deseo narcisista y omnipotente —deseando todo para sí mismo—, a reconocer los límites que impone la cultura. La prohibición del goce absoluto impuesta por la figura paterna (la ley del padre, en términos lacanianos) es lo que permite que el niño se distancie de su deseo por la madre, para entrar en el mundo del lenguaje, la norma y la sociedad. Este momento es crucial, ya que establece los cimientos del deseo humano, siempre condicionado por la ley y la falta.
Freud describió el Complejo de Edipo como un proceso universal que afecta a todos los seres humanos, estructurando tanto su sexualidad como su lugar en el mundo simbólico. Esta «máquina hominizante» hace referencia al proceso por el cual el sujeto pasa de la mera biología a la cultura, se humaniza en su deseo, y se convierte en un ser parlante, regido por las leyes del lenguaje y el orden simbólico.
Constelaciones Familiares y la Confusión con el Complejo de Edipo
El error fundamental que cometen las constelaciones familiares es confundir este complejo estructurante con una «constelación familiar». Las constelaciones familiares reducen el Complejo de Edipo, y su profundo papel en la formación del sujeto, a una mera dinámica de relaciones entre los miembros de la familia, como si el conflicto se limitara a un intercambio superficial entre individuos. Esto implica una comprensión incompleta y simplista de lo que está en juego en el desarrollo psíquico.
En las constelaciones familiares, se propone que la repetición de conflictos intergeneracionales puede explicarse a través de una «energía» o vínculo que une a los miembros de la familia, como si los problemas actuales se derivaran automáticamente de las historias no resueltas de padres, abuelos o bisabuelos. Este enfoque, sin embargo, falla en reconocer que el Complejo de Edipo no es simplemente una relación entre figuras concretas de la familia, sino un proceso psíquico mucho más profundo que introduce al sujeto en la ley del deseo, la prohibición y la falta.
La Ley Simbólica y el Deseo
Lacan, en su retorno a Freud, insistió en que el Complejo de Edipo no puede entenderse en términos de un simple conflicto entre las figuras del padre y la madre, sino como un proceso que introduce al sujeto en el gran Otro, es decir, en el universo del lenguaje y de las leyes que lo regulan. La confusión de las constelaciones familiares reside en interpretar el Complejo de Edipo como un conflicto interpersonal, cuando en realidad es la internalización de una ley simbólica —la ley del padre— que determina el lugar del sujeto en el campo del deseo.
El enfoque de las constelaciones familiares tiende a externalizar los problemas psíquicos, situando la responsabilidad del conflicto en las dinámicas familiares. Esto ignora el hecho de que el conflicto edípico no se reduce a las figuras familiares concretas, sino que tiene que ver con la estructuración simbólica del sujeto y su relación con el deseo. Mientras que el Complejo de Edipo es una máquina que «humaniza» al sujeto, permitiéndole acceder a la cultura y la palabra, las constelaciones familiares se centran en el nivel fenomenológico de las relaciones familiares sin atender al nivel topológico, dinámico ni económico del aparato psíquico.
Reduccionismo vs. Complejidad Psicoanalítica
El problema con este reduccionismo es que pierde de vista la dimensión simbólica y estructurante del Edipo. Al simplificar la complejidad del aparato psíquico a un mero «ajuste» de la dinámica familiar, las constelaciones familiares despojan al proceso edípico de su verdadero impacto psíquico y cultural. En lugar de ayudar al sujeto a confrontar la ley del deseo y la falta, lo encierran en una representación superficial de la familia, eliminando la dimensión estructural que permite al sujeto trascender la mera repetición de conflictos familiares.
En resumen, el Complejo de Edipo, tal como lo conciben Freud, Lacan y Menassa, es un proceso fundamental para la constitución del sujeto humano, en el que se juega la relación con la ley, el deseo y el lenguaje. Confundir este complejo con una simple constelación familiar es reducir la complejidad psíquica del ser humano a una serie de relaciones superficiales, obviando el trabajo fundamental que el inconsciente realiza en la estructuración del sujeto.
Por tanto, desde una perspectiva psicoanalítica, es imprescindible señalar que las constelaciones familiares no abordan adecuadamente el conflicto edípico, ya que reducen la riqueza simbólica y estructurante de este proceso a una mera escenificación de conflictos interpersonales. Esto deja al sujeto sin herramientas para comprender verdaderamente la dinámica de su deseo y su relación con la ley, que es, en última instancia, lo que permite que el ser humano se constituya como sujeto del inconsciente.
El psicoanálisis interpreta los conflictos inconscientes que te afectan y produce autoconocimiento y autotransformación.
Virginia Valdominos
Psicóloga y Psicoanalista del Grupo Cero
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